La escasez de agua en el mundo ha llegado a puntos críticos, causando impactos notables y continuos que ponen en peligro la seguridad alimentaria, la diversidad biológica y el crecimiento económico en grandes áreas del mundo. Las sequías son más comunes, severas y duraderas, dejando un impacto profundo en comunidades completas, sistemas ecológicos esenciales y sectores económicos clave. La necesidad de acciones coordinadas y sustentables se torna imprescindible frente a una situación que ya no es del futuro, sino del presente inmediato.
Este de África y el Sur: una región al borde
El impacto más agudo de esta crisis se concentra actualmente en África Oriental y Meridional, donde aproximadamente 90 millones de personas enfrentan hambre aguda provocada por la falta de agua. Países como Etiopía, Zambia, Zimbabue y Malawi están viviendo los efectos acumulados de varios ciclos de sequía que han devastado la agricultura y la ganadería, pilares fundamentales de su economía y subsistencia.
En Zimbabue, la situación es especialmente delicada. La producción de maíz, uno de los cultivos esenciales, disminuyó en un 70% a lo largo de 2024, provocando que los precios de los productos básicos se duplicaran y dejando a miles de hogares en una situación de emergencia. A esta crisis agrícola se sumó la pérdida de más de 9.000 reses debido a la escasez de agua y forraje, lo que continúa afectando negativamente la seguridad alimentaria y las ganancias rurales.
Zambia, a su vez, está confrontando una de las crisis energéticas más severas a nivel mundial. El flujo del río Zambeze, crucial para la generación de energía hidroeléctrica, disminuyó hasta solo el 20% de su nivel habitual. Esta circunstancia resultó en una disminución abrupta en la capacidad funcional de la presa de Kariba, provocando cortes de electricidad diarios de hasta 21 horas que afectan a hospitales, industrias y servicios fundamentales, impactando directamente la salud pública y la economía del país.
Los efectos también se sienten en Europa y América Latina
La emergencia climática vinculada a la sequía no se limita al continente africano. En Europa, España ha sufrido dos años consecutivos de sequías severas, acompañadas de temperaturas extremas que han afectado gravemente al sector agrícola. La producción de aceituna cayó a la mitad en 2023, lo que impulsó una escalada de precios del aceite de oliva, con efectos inmediatos en la inflación alimentaria.
En América Latina, la cuenca amazónica ha sido una de las más golpeadas por la caída del nivel de los ríos durante 2023 y 2024. La mortandad masiva de peces y delfines en peligro de extinción ha evidenciado el deterioro ecológico de la región. Además del impacto ambiental, las consecuencias han sido palpables para cientos de miles de personas que dependen del transporte fluvial y del acceso a fuentes de agua potable. A esto se suman los incendios forestales y la deforestación, que podrían transformar a la Amazonía en un emisor neto de carbono, agravando aún más la crisis climática.
Consecuencias globales: el caso del Canal de Panamá
La situación hídrica también ha alcanzado puntos neurálgicos del comercio internacional. El Canal de Panamá, esencial para el tránsito de mercancías entre océanos, ha sufrido una reducción considerable de su capacidad operativa debido al descenso del nivel del agua. Esta situación ha generado retrasos y restricciones que afectaron directamente a las exportaciones agrícolas, como la soja estadounidense, y se tradujeron en escasez y alza de precios en supermercados de distintos países, incluido el Reino Unido.
Petición inmediata para una acción global conjunta
Frente a este panorama, se vuelve esencial una reacción común y bien organizada. Varias sugerencias surgen como fundamentales para reducir el efecto de la sequía y fomentar la resiliencia a largo plazo:
- Reforzar los mecanismos de alerta temprana para anticiparse y reaccionar adecuadamente ante situaciones de sequía.
- Utilizar tecnologías de monitoreo continuo para analizar el impacto en la población, la economía y los ecosistemas.
- Implementar soluciones ecológicas, como la restauración de cuencas fluviales, la conservación del suelo y el cultivo de plantas nativas adaptadas a condiciones áridas.
- Construir infraestructuras adaptadas al cambio climático, abarcando sistemas de energía descentralizados y fuentes hídricas alternativas.
- Fomentar la cooperación internacional en el manejo de recursos hídricos comunes y en la protección de rutas comerciales importantes.
El problema que representa la sequía ya no puede ser pasado por alto ni menospreciado. Es una amenaza silenciosa, pero en constante aumento, que impacta en diversas áreas: humanitaria, ambiental y económica. Las decisiones que se asuman hoy definirán la habilidad del planeta para afrontar el futuro con equidad climática, seguridad alimentaria y verdadera sostenibilidad. La sequía continúa avanzando, pero aún existe tiempo para tomar medidas decisivas.
