Desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania, varios gobiernos occidentales tomaron medidas extremas para presionar a Rusia, y una de las acciones más visibles ha sido la incautación de los superyates de lujo pertenecientes a los oligarcas rusos. A pesar de la intención de golpear al régimen de Vladimir Putin, esta estrategia ha derivado en una serie de complicaciones legales y financieras imprevistas, que incluyen elevados costos de mantenimiento que recaen sobre los gobiernos responsables de la detención de estas embarcaciones.
Uno de los casos más emblemáticos es el del superyate Phi, valorado en 50 millones de dólares. Desde su incautación en Londres a principios de 2022, el lujoso barco ha permanecido varado en el muelle sur de Canary Wharf. Este yate es solo uno de los muchos que están siendo retenidos en diferentes partes del mundo. Aunque el objetivo principal de esta medida era presionar a la élite rusa y a Putin, el impacto financiero y los problemas legales relacionados con estos activos han puesto a prueba a los gobiernos involucrados.
Un acuerdo complicado
El Phi y otros superyates incautados no solo están generando un dolor de cabeza por su mantenimiento, sino que también han dado lugar a batallas legales complejas. En el caso del Phi, su propietario, el magnate inmobiliario ruso Serguéi Naumenko, ha presentado varias demandas en el Reino Unido para recuperar su propiedad. A pesar de que Naumenko no ha sido sancionado por el gobierno británico y no tiene vínculos directos con el Kremlin, el gobierno ha argumentado que retener sus activos es un acto legítimo para aumentar la presión sobre Rusia.
El propietario del Phi sigue luchando por obtener la libertad de su embarcación, pero mientras tanto, el superyate continúa costando millones en mantenimiento. Estos costos se suman a los de otros superyates rusos en todo el mundo, que no solo están causando una carga financiera, sino que también están afectando las relaciones diplomáticas y comerciales internacionales.
El costo elevado de poseer superyates
El mantenimiento de un superyate requiere una inversión considerable. Se calcula que el mantenimiento anual de un yate de lujo puede representar aproximadamente un 10% de su precio, lo que en el caso del Phi equivale a desembolsar millones cada año. Asimismo, otros superyates confiscados a oligarcas rusos, como el Sailing Yacht A en Italia o el Amadea en Estados Unidos, han acumulado costos de mantenimiento que exceden los 30 millones de dólares.
Por ejemplo, el gobierno de Italia ha desembolsado más de 30 millones de dólares desde el año 2022 para conservar el Sailing Yacht A, un lujoso yate tasado en 600 millones de dólares, cuyo dueño enfrenta sanciones. De modo similar, en Estados Unidos, las autoridades han gastado una suma considerable en la conservación del Amadea, un yate con una longitud de 106 metros, que se encuentra detenido en San Diego.
El hecho de que algunos propietarios de estos yates estén sujetos a sanciones ha complicado aún más la situación. Las leyes locales impiden que estos propietarios paguen por el mantenimiento de sus embarcaciones, lo que obliga a los gobiernos a asumir esta carga. En algunos casos, los gobiernos han considerado la venta de estos superyates como una solución, pero los complicados procedimientos legales han retrasado estos intentos.
La comercialización de los superyates: una solución poco clara
La subasta de superyates incautados podría ayudar a cubrir los gastos de mantenimiento y proporcionar ganancias extras para las iniciativas vinculadas al conflicto en Ucrania. No obstante, este procedimiento ha resultado ser más complicado de lo que se pensaba. En ciertos casos, como con el Royal Romance, la administración de Ucrania ha tratado de enajenar un superyate confiscado, pero se ha topado con barreras legales que todavía no se han resuelto.
El Alfa Nero, otro superyate ruso incautado en Antigua y Barbuda, es un ejemplo de cómo las tensiones sobre la propiedad pueden generar conflictos legales adicionales. Después de que el gobierno de Antigua decidiera vender el yate debido a los altos costos de mantenimiento, se desató una demanda por parte de la hija de un industrial ruso sancionado, quien asegura que el yate le pertenece. Aunque fue vendido a un multimillonario turco, la disputa legal continúa.
Estos procesos complejos de venta y la ausencia de una solución definitiva podrían desalentar a futuros compradores a intentar obtener estos bienes. Las entidades portuarias de distintos países podrían rehusarse a aceptar la titularidad de los yates transferidos, lo que añadiría más dificultades al comercio de estas naves.
Un porvenir incierto
En el Reino Unido, el futuro del Phi podría ser determinado por la Corte Suprema, que emitirá su decisión sobre dicho futuro este martes. Sin embargo, aun si el superyate es liberado, el proceso relativo a otros superyates confiscados probablemente se extenderá durante un período prolongado.
El destino de estos superyates permanece incierto, ya sea desde el aspecto legal o económico. En este tiempo, los gobiernos que tienen estas embarcaciones en custodia siguen lidiando con los costos de su mantenimiento, y la ausencia de un plan definido respecto a su futuro genera interrogantes sobre la efectividad de estas acciones en la oposición al régimen de Putin.
En última instancia, la confiscación de superyates rusos puede haber sido una acción simbólica, pero sus complicaciones legales y costos asociados son mucho mayores de lo que se había anticipado. El impacto de estas medidas sobre las relaciones internacionales y el comercio global aún está por verse, mientras los gobiernos occidentales intentan resolver este problema y determinar qué hacer con estos costosos activos de lujo.